Orgasmos no genitales, ¿mito o realidad?
Mucho se ha especulado en torno al hecho de poder o no obtener orgasmos a través de vías diferentes a la estimulación de los genitales. En Psicología Social se conoce desde hace décadas un error al percibir e interpretar que muchos cometemos, llamado sesgo o “efecto del falso consenso”. Según este sesgo, tendemos a creer que la mayoría opina como nosotros y nuestra opinión, obviamente, está cimentada en nuestra experiencia.
Curiosamente, teniendo presente este sesgo, no es de extrañar que las personas que han sentido alguna vez un orgasmo no genital crean que es posible que todos lo experimenten; mientras que las personas que nunca lo han vivido piensen justo lo contrario. Algo similar a lo que ocurre con la estimulación del punto G.
Me basaré en la ciencia para responder a la pregunta del título, sin olvidar que la ciencia se basa también en criterios estadísticos. En otras palabras, si una muestra de personas ha tenido una experiencia determinada, esto no implica que todo el mundo la vaya a experimentar, pero sí que cabe la posibilidad de hacerlo (aunque a veces sea complicado).
En varios artículos recientes del grupo de investigación del doctor Komisaruk, la doctora Whipple y colaboradores, informan sobre personas que sienten orgasmos por vías diferentes a la estimulación de los genitales. Me centraré en el artículo de Komisaruk y Whipple (2012), por ser el más completo. Esta última investigadora, Beverly Whipple, fue una de las pioneras en estudiar el llamado punto G.
En este artículo revisan la literatura científica sobre casos de personas que han experimentado orgasmos de diversas maneras: a través de la imaginación; por la estimulación de los pezones, labios, boca, ano, recto, próstata y otras regiones del cuerpo; en miembros fantasma (zonas amputadas que se siguen “sintiendo”); durante el sueño; en respuesta a la estimulación del cerebro o la médula espinal; durante el parto; modulado o en respuesta a ciertas drogas y en relación a crisis epilépticas.
Estos autores también intentan dar cuenta de las razones por las que pueden ocurrir estos orgasmos no genitales. Con respecto a los orgasmos por estimulación de los pezones y/o los pechos, explican que la actividad sensorial de esta zona se dirige hacia las mismas neuronas cerebrales adonde llega la actividad sensorial producida en los genitales. En concreto, se trata de las neuronas del núcleo paraventricular del hipotálamo. Las neuronas de esta zona producen y segregan (mediadas por la neurohipófisis) oxitocina al torrente sanguíneo, el cerebro y la médula espinal, en respuesta a la estimulación de los pezones; pero también en respuesta a la estimulación vaginal, cervical o uterina. La oxitocina interviene en varios procesos, entre ellos, la secreción de leche ante la succión de los pezones, la distensión del cérvix y la vagina durante el parto y también durante el orgasmo. Teniendo presente la activación común del núcleo paraventricular del hipotálamo, que segrega oxitocina durante el orgasmo, no es de extrañar, por tanto, que se hayan descrito también los “birthgasms” u orgasmos durante el parto.
Komisaruk y Whipple encontraron también zonas comunes de activación en el córtex sensorial del cerebro ante la estimulación de los pezones y el clítoris, vagina y cérvix. La localización cerebral de la estimulación de estas tres últimas zonas (clítoris, vagina y cérvix) coincidía, en uno de sus estudios, con lo descrito por Penfield y Rasmussen (1950) en lo que se ha llamado el homúnculo (“pequeño hombre”). Se trata de la representación cerebral de la estimulación sensorial de todas las zonas del cuerpo (véase Imagen del homúnculo). En el estudio de Komisaruk, el clítoris, la vagina y el cérvix activaban diversas zonas en el lóbulo paracentral similares a las señaladas en el homúnculo de Penfield. Lógicamente, para estas tres regiones, había zonas cerebrales independientes, puesto que cada una está inervada por nervios diferentes (el clítoris por el nervio pudendo; la vagina por el pélvico y el cérvix por el pélvico, hipogástrico y vago) y también había otras áreas cerebrales que se solapaban. De ahí que haya mujeres que expliquen sentir diferente el orgasmo obtenido por estimulación del clítoris que de la vagina. Al igual que hay hombres que indican sentir orgasmos diferentes por medio de la estimulación del pene que de la próstata. Aunque, obviamente, para la mayoría es más fácil obtenerlos mediante el clítoris y el pene que por otras zonas. Sin embargo, la sorpresa del estudio fue que, ante la autoestimulación de los pezones, había zonas cerebrales que se superponían con las que se activaban al estimular los genitales. Todo ello podría explicar la posibilidad de obtener orgasmos mediante la estimulación de los pezones.

Imagen de la relación del lóbulo paracentral con el homúnculo sensorial de Penfield y Rasmussen (1950)
Otra interesante cuestión son las personas que consiguen obtener un orgasmo sólo con la mente. Esta afirmación, que puede sorprender a muchos, no desconcertará tanto a algunos practicantes de ciertas corrientes del Tantra o incluso a aquellos que lo hayan alcanzado mientras dormían. En cualquier caso, pone de relieve la influencia de las fantasías sexuales en la respuesta sexual humana.
Teniendo presente los 2 metros cuadrados de piel (aproximadamente) de nuestro cuerpo y el poder que posee nuestra mente, este interesante artículo abre una puerta a la exploración. No a la obsesión en la búsqueda del orgasmo no genital, pero sí al descubrimiento de nuevos mapas y vías para el placer.
Referencia: Komisaruk, B.R. y Whipple, B. (2012). Non-genital orgasms. Sexual and Relationship Therapy, 1, 1–17.
Escrito por Laura C. Sánchez-Sánchez
Profesora de la Universidad de Almería
Doctora en Psicología Clínica y de la Salud, sexóloga
y neuropsicóloga
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